jueves, 15 de noviembre de 2012

.LIBERTANDO LOS AFECTOS







Al final del invierno, cierto día, cuando las flores de la primavera comenzaban  su sublime trabajo de recubrir los campos  resecados por el rigor del invierno, aquella alma generosa dejaba el cuerpo físico.

La despedida fue dolorosa. Las manos calientes de los que quedaron, deseaban retener aquel cuerpo inerte, sin vida, sin movimiento.

Inconformes preguntaban: ¿por qué precisamente él, que era tan gentil y cariñoso con todos?

¿Por qué precisamente él, que sabía hablar y callar, consolar y distribuir entusiasmo, tuvo que volver?

¿Por qué él, que era un buen hijo, buen hermano, buen esposo y buen padre?

¿Por qué se lo llevó Dios? 

     ¿Por qué no se llevó a los criminales, a los corruptos inveterados,  a los infieles?, en fin, ¿ por que  no se llevó a los hombres que degradan la sociedad?.

La respuesta para todos esos cuestionamientos es muy simple.

Consideramos que la vida en la Tierra  es una oportunidad de crecimiento  para el espíritu inmortal.

La existencia  en el cuerpo físico, es una experiencia necesaria para que el espíritu  progrese en la conquista de su felicidad.

Sería, por así decir, un tipo de prisión, donde se pueden  quitar sus deudas para con las leyes divinas y conquistar nuevas virtudes.

Siendo así, quien tiene pocos débitos se libera antes. Quien tiene menos compromisos, se libera de ellos en menor tiempo.

¿De esa forma, por qué queremos que nuestro ser querido permanezca en la cárcel  si ya recibió  el edicto  de su liberación?

No sería justo, ni desde el punto de vista ético, ni desde el  racional.

No queremos decir con esto, que todos los que se liberan antes son menos deudores, pues esa no es la realidad.

Como sabemos, muchos parten antes de tiempo por imprevisión o por los abusos de todo orden.

Lo que nos gustaría enfatizar es que aquellos que parten naturalmente, por los medios establecidos  por la divinidad, sin la intervención egoísta del hombre, pueden estar recibiendo su carta de emancipación, y por esa razón alzan el vuelo antes que nosotros.

Morir, para el justo,  es liberarse. Es matar el pesar  de los afectos que lo antecedieron en el viaje de vuelta. Es recibir las glorias de la victoria por haber vencido más de una etapa en el mundo físico.

Y morir para el injusto, es enfrentarse con el tribunal de la propia conciencia, que lo acusan  de no haber sido lo bastante tenaz para vencerse a si mismo, y por no haber logrado conquistar más virtudes.

Es por esa razón que no debemos lamentar la muerte de los justos, sino la de aquellos que desperdician la existencia buscando el gozo exclusivo del cuerpo, sin pensar en el espíritu, que es el único que sobrevive más allá de la aduana del túmulo.

 Autor desconocido

Adaptación: Oswaldo E. Porras Dorta


                                                            ******************


LA PACIENCIA

Nada te turbe

Nada te espante

Dios no se muda

Todo se pasa

Lapaciencia

todo lo alcanza

Quien a Dios tiene

                                                    Nada le falta

                                                    Solo Dios basta

                                                    Santa Teresa de Jesus







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